jueves, 27 de septiembre de 2007

Hay días...

...en los que siento como si un puño me atenazara la garganta, la boca del estómago, el corazón incluso. Es cuando descubro que existe el mal, que las personas emplean su tiempo y su energía en hacer daño a los que le rodean. A veces por egoísmo, otras por despiste, las más por puro miedo, pensando que un ataque es la mejor defensa.

Cuánto tiempo, cuánta energía desperdiciada. Si la invirtieran en hacer cosas positivas qué distinta sería nuestra vida, nuestra convivencia.

Y esos días el dolor me hace plegarme de rodillas, cerrar los ojos, bajar la cabeza y rogar que se pase cuanto antes.

Es en esa postura, tan cercana al suelo cuando me doy cuenta de que cuando se toca fondo, ya sólo se puede hacer una cosa: subir.

Y el primer pensamiento me hace sonreir, cuando me doy cuenta de que existen muchas más cosas maravillosas que malas.

¿Donde? al otro lado de mis ojos. Los abro. La última lágrima ha limpiado mi mirada y me permite disfrutar de un cielo que acaba de despejarse. Abro también mis manos que la tensión había convertido en puños. Me apoyo en el suelo que me sujeta y me levanto.

Y salgo a buscarte porque se que puedes estar en cualquier sitio menos aquí, arrodillada a mi lado.

(¿el alma tiene esguinces?)

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