jueves, 27 de septiembre de 2007

Hay días...

...en los que siento como si un puño me atenazara la garganta, la boca del estómago, el corazón incluso. Es cuando descubro que existe el mal, que las personas emplean su tiempo y su energía en hacer daño a los que le rodean. A veces por egoísmo, otras por despiste, las más por puro miedo, pensando que un ataque es la mejor defensa.

Cuánto tiempo, cuánta energía desperdiciada. Si la invirtieran en hacer cosas positivas qué distinta sería nuestra vida, nuestra convivencia.

Y esos días el dolor me hace plegarme de rodillas, cerrar los ojos, bajar la cabeza y rogar que se pase cuanto antes.

Es en esa postura, tan cercana al suelo cuando me doy cuenta de que cuando se toca fondo, ya sólo se puede hacer una cosa: subir.

Y el primer pensamiento me hace sonreir, cuando me doy cuenta de que existen muchas más cosas maravillosas que malas.

¿Donde? al otro lado de mis ojos. Los abro. La última lágrima ha limpiado mi mirada y me permite disfrutar de un cielo que acaba de despejarse. Abro también mis manos que la tensión había convertido en puños. Me apoyo en el suelo que me sujeta y me levanto.

Y salgo a buscarte porque se que puedes estar en cualquier sitio menos aquí, arrodillada a mi lado.

(¿el alma tiene esguinces?)

lunes, 17 de septiembre de 2007

¿ Donde estas ?



¿Por qué me cuesta tanto encontrarte?

Te busco en cada rayo de sol de mediatarde, en cada banco del parque, en cada sonrisa de niño.

Y, a veces, creo encontrarte. Pero tu no estás allí. Y sigo buscando.

En cada parada de metro, en cada autobús, a través de la ventana de cada coche en cada atasco.

Seguro que alguna vez te he visto pero tú no me mirabas.

Seguro que alguna vez tú me has mirado pero yo no te veía.

¿Y si quedamos esta misma tarde?

¿Dónde?

En las pupilas del otro, para no perdernos.

(Playa de Sonabia, 4 de Noviembre de 2006)

domingo, 16 de septiembre de 2007

Recuerdos



Recuerdos.
Páginas que llenamos o que nos llenan.
Páginas del libro de la vida al que nunca nadie le quiso ver la portada.
Páginas, quizás en blanco, que son las que más duelen al pasar.

Recuerdos.
Dulce melodías que bañan de miel los sentidos.
Estruendosas memorias que desgarran el alma.
Charcos que nunca se secan.
Piedras en el camino que hieren el pie del peregrino y que, a la vez, le marcan la ruta.

Recuerdos.
Heridas que no se cierran.
Profundas cicatrices que dañan los ojos.
Gélidas ráfagas de un viento cálido.
Ilusiones enfrascadas.
Esperanzas marchitas en conserva.
Sonrisas que lloran sobre el pasado.

Recuerdos.
Fechas que se repiten pero días que son siempre diferentes.
Caminos que se cruzan pero nunca se encuentran.
Tesoros imposibles de compartir bajo la sombra de un árbol.
Cristales con arrugan que sangran soledad.
Alientos de fuego.
Odiosas maravillas sembradas en un campo azul.

Recuerdos.
Luceros de papel y cartón que acarician las tinieblas en silencio.
Dos manos juntas.
Una mirada.
Adornos en el muro del adiós.
Ladrillos que a veces no encajan.
Lágrimas de tierra.
Rodillas que se clavan en el suelo y se duermen.

Recuerdos.
Mariposas negras que ya no vuelan y que han sido encerradas en el cajón del sueño.
Telarañas en el alma.
Alguien sujeta una cuerda sin fin y casi puede tocarlos.

Recuerdos.
Cartas sin palabras dirigidas a nadie.

Recuerdos.
Ella.

Recuerdos.
Tú.

(Manuscrito del 9 de Septiembre de 1983)

¿Te imaginas?

¿Te imaginas todo lo que se hubiera perdido si al llegar a casa no me siento delante de esta hoja y escribo lo que estás leyendo?

Letras que ordenadas forman palabras, que ordenadas forman frases, que ordenadas forman pensamientos.
Pensamientos que ordenados forman ideas, imágenes que te transportan a sitios que, a lo mejor, jamás he llegado a conocer. Sentimientos que seguro que he tenido pensando en ti, recordándote o añorándote.

Todos ellos juntos en esta página que ahora recorres con tus cansados ojos para ir poco a poco recuperando el brillo que un día tuvieron.

¿Te imaginas todo lo que te hubieras perdido si no llegas a leer estas líneas?

A veces sueño que al llegar a casa había perdido las ganas de escribirlo y en ese momento me despierto con el corazón en un puño y me acerco hasta el escritorio. Y veo un sobre con tu nombre caligrafiado, unas gotas de lacre púrpura sellándolo y en su interior, ahora lo recuerdo, esta carta.

Y vuelvo a dormirme, tranquilo esta vez. Sereno. Con el recuerdo bien claro de que al llegar a casa tuve ganas de escribirte pero....¿te imaginas que no lo hubiera hecho?

martes, 11 de septiembre de 2007

No estas

Arden las puntas de mis dedos
Porque no estás donde acaban
Y se terminan perdiendo en el cielo
Mientras buscan y no te hallan

Arden mis ojos ya secos
De tanta mirada empañada
De tanto vacío que encuentran
Donde ayer tu reflejo brillaba

¿Y qué hago con estas caricias?
¿A quién regalo mis palabras?
¿A quién le doy estas sonrisas
que me desbordan el alma?

domingo, 9 de septiembre de 2007

Avanzar


Otra etapa consumida.
Otro sueño que se desvanece y se estrella contra el suelo, con un ruido sordo que nos despierta.
Desorientados.
Perdidos.
Pero vivos.
Ese corazón roto que tanto nos duele también nos recuerda que sigue latiendo.
La sangre que brota de nuestras heridas con cada pulso.
Cada lágrima.
Cada recuerdo perdido.
Alzamos la cabeza pero cerramos los ojos para dejar que la luz del nuevo sol nos caliente pero no nos ciegue.
Así avanzamos un paso más, al darnos cuenta de que podemos volver a ponernos en pie.

Manuscrito del 23 de Agosto de 2007 en el aeropuerto de Barajas

(Dedicado a Brisa de Mar...)

El ultimo trago



¿Por qué se sienten las cosas con más fuerza cuando se acerca el final?
¿Por qué los últimos sorbos de nuestra bebida son los que mejor nos saben?
Quizás porque sabemos que se acaba.
O porque hemos aprendido a disfrutarla desde el primer trago y cuando llega el último tenemos el paladar más entrenado para el deleite.
Quizás porque intuimos un cambio y eso siempre nos despierta el interés.
Quizás porque sabemos que, después del último trago, siempre viene el primer recuerdo...

(Manuscrito del 1 de Octubre de 2004)